
La dictadura de los datos, sin duda es un libro apasionante en toda su extensión,
ya que relata el curioso caso de Cambridge Analytica y de qué forma la minería de
datos, los gobernantes y las redes sociales más populares han quebrado,
recurriendo a los datos de todos los usuarios, ciertamente consolidados y
reconocidos, como la democracia. La transparencia es prioritaria en todos los
ámbitos. Tal y como establece Kaiser, si no se modifica, de manera ejemplar y sin
ambages, la forma en que se tratan los datos (sin el consentimiento) la
democracia estará en permanente riesgo. Y, lo peor de todo, sin el conocimiento
(o, incluso, con un juicio directamente manipulado). La innovación tecnológica no
ha tenido límites ni frenos en el elenco de acontecimientos planteados en la
monografía.
La obra versa sobre las infames prácticas realizadas, a nivel mundial, por parte de
Cambridge Analytica (CA). Esta última fue una empresa plenamente privada, con
un crecimiento exponencial, que modificó tanto la minería de datos como el
estudio de estos, en relación a las comunicaciones estratégicas en el ámbito
electoral. Fue una filial de Strategic Communication Laboratories (SCL) que se
dedicaba al examen de datos dirigidos a realizar campañas tanto de índole
comercial como político.

Las actuaciones de la compañía vinculaban la psicología de comportamiento con
la investigación cuantitativa, que ofrecía una imagen completa del consumidor, la
competencia y las tendencias. Se hacía un comportamiento recurrente de
actividades de mejora de datos y segmentación de la audiencia. Todo ello
posibilita la creación de análisis psicográficos. No solo se usaban los datos
privados de millones de usuarios en redes sociales, sino que, con carácter
adicional, se recurrieron a aplicaciones como Cruz Crew. En virtud de esta última,
se rastrearon y monitorizaron los movimientos e interrelaciones personales de los
usuarios. Se hacía uso, en definitiva, de la denominada microfocalización.
En el primer trimestre de 2018, diarios de reconocimiento mundial (como New
York Times y Guardian) informaron que CA se encontraba haciendo uso, no
consentido, de la información de redes sociales. No solo eso, se vulneraron las
políticas generales y condiciones de uso de sitios como Facebook con el objetivo
de diseñar anuncios de carácter político y dirigir, de forma clara, el desenlace de
las elecciones presidenciales en 2016 en los Estado Unidos.
La empresa, que es objeto de análisis (CA), también influyó, de forma decisiva, en
los resultados en un importante número de votaciones foráneas (México, Nigeria,
República Checa y Argentina, entre otros) sin perjuicio de consultas públicas de
relativa importancia (como el Brexit). Ahora bien, la citada compañía también
colocaba en práctica actuaciones para desacreditar a determinadas
personalidades en redes sociales en particular y la Red en general. Determinados
candidatos políticos se veían implicados en escándalos de índole sexual, sobornos
y corrupción.

La obra tiene veinte grandes apartados, además del prólogo y el epílogo. Presenta
una redacción cuidada y de fácil lectura, sin perder de vista, en modo alguno, el
rigor que los temas abordados merecen. El prólogo, detalla numerosos
sentimientos encontrados de la autora en los inicios de la investigación acometida
por los Estados Unidos. Los cimientos de la empresa de comunicación política
revolucionaria estaban fijados sobre lo que se podría calificar de arenas
movedizas. Kaiser, fue una de las grandes conocedoras de la firma que se
convirtió en una condicionante de fenómenos de enorme relevancia para el
mundo.
No se debe infravalorar, como Kaiser acertadamente establece, el enorme poder
que el Big Data encierra. Es el nuevo petróleo. La recopilación de datos puede
calificarse, como la autora dispone, de verdadera carrera armamentística. Se trata
de convertir en montañas de oro partiendo de la recopilación de miles de datos de
carácter individual. Solo en el caso de Estados Unidos, CA disponía entre dos mil
y cinco mil datos de cada uno de los doscientos cuarenta millones de
norteamericanos mayores de edad. La cifra es, cuanto menos, de vértigo.