
Los directores de Comunicación (Dircom en la jerga profesional) tenían como misión promover una imagen veraz y positiva de las instituciones para las que trabajan en los medios tradicionales (3 televisiones, 5 diarios nacionales y 3 radios). Ahora, el escenario de su trabajo ha cambiado de sitio. Y con él, cambiaron los protagonistas, la música y el libreto.
El cambio a lo digital está produciendo un divorcio entre las personas y las instituciones, una distorsión entre el lenguaje con el que hablamos los humanos y el lenguaje con el que hablan las instituciones.
¿Cuál es el problema? Es difícil de diagnosticar. Pero hunde sus raíces en la lentitud con la que han reaccionado las direcciones de Comunicación a los cambios de hábitos de los ciudadanos.
La génesis de este divorcio en ciernes podría estar en cómo piensan los ciudadanos y cómo piensan las direcciones de Comunicación.
Estas diapositivas que ayudan a hacer un test personal y de equipo sobre qué estamos haciendo en Comunicación Institucional y cómo deberíamos revolucionar nuestro trabajo para sobrevivir.
Ellos (los ciudadanos)
Abren su móvil 140 veces
al día. El periódico, nunca.
No ven telediarios. Leen noticias de forma
intermitente y parcial, las que eligen sus
contactos. No se fían de
las instituciones. Tienen
un radar para desconectar
con el lenguaje
corporativo. Cuando
quieren saber algo, lo
buscan. Creen y difunden
leyendas urbanas. Se fían
más de las experiencias
personales que de lo que
dicen los medios. Tienen
corazón. Quieren hablar,
implicarse. No sienten
respeto por las jerarquías.
Su queja está a un clic de
ser enviada al mundo.
Los nuevos consumidores de
información Nosotros (los DIRCOM)
Una agenda de 40 o 50
contactos clave en los
medios. Los problemas
surgen cuando el jefe
sale mal en los medios.
Dos o tres notas de prensa
al mes. Con el resume
de prensa lo controla todo.
No hay problema que no
pueda resolverse con una
comida. Si el teléfono
no suena, no pasa nada.
La imagen es lo que yo
cuento. Que a ningún
mindundi de la compañía
se le ocurra hablar en
nuestro nombre.
Ya estamos en Facebook
con tropecientos
seguidores. ¿Digital? Eso
no es lo importante. Es
otro canal.