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Propuestas para combatir el racismo

Alice Krozer[1]. México se caracteriza por tener altas desigualdades económicas y sociales. El 1 por ciento de los mexicanos más ricos tienen 40 de cada 100 pesos de riqueza en el país, mientras que el 50 por ciento más pobre sólo accede a 3.5 pesos. Al mismo tiempo, hay una pronunciada rigidez social: apenas 2 de cada cien personas nacidas en el quintil mas pobre logran llegar al quintil más rico. Pero México no sólo es un país con altas desigualdades verticales, es decir, distancias enormes en

Alice Krozer Una diferencia intergrupal notoria se expresa en la estrecha relación del tono de piel con el nivel de riqueza de las personas. En este sentido, las personas en el 20 por ciento de piel más clara tienen más del doble de probabilidades de alcanzar el quintil socioeconómico superior, con respecto al 20 por ciento de piel más oscura (28% vs. 12%). En cambio, las personas de piel más oscura tienen 3.5 veces más chance de mantenerse en el quintil socioeconómico inferior (32% vs. 10%). Esta intersección de circunstancias significa que las trayectorias de vida son sumamente distintas para las personas pertenecientes a los diferentes perfiles étnico-raciales en México. Una persona con tonos de piel oscuros, tiene 4.6 veces más probabilidad de vivir en la pobreza que una persona con todos de piel claros, mientras que la prevalencia de personas con tez morena entre los más ricos del país es mínima. Estas condiciones iniciales también son en gran parte responsables de los niveles de educación diferenciados, y menos alcance a ocupaciones laborales de alta remuneración o prestigio, lo cual fomenta un circulo vicioso de pobreza intergeneracional: la alta probabilidad de pertenecer a un hogar de origen en situación de pobreza, dada la bajísima movilidad social, implica una alta probabilidad de quedarse ahí independientemente del actuar individual. Además, la brecha étnico-racial está aumentando con la crisis actual, ya que las personas ricas, predominantemente de tonos de piel claros, podrán ahorrar más, mientras que las personas pobres, desproporcionadamente de piel oscura, ganarán menos. Cerrar la enorme brecha étnico-racial de riqueza que siglos de racismo en México han dejado constituye una deuda histórica; acabar con la discriminación y sus consecuencias en la distribución de riqueza debe ser prioridad. Más allá de las políticas de inclusión social que se pudieran preferir para terminar con la discriminación étnico-racial continua, la clave para atacar estas desigualdades está en una distribución más egalitaria de la riqueza. En un contexto donde hay que interrumpir el traspaso intergeneracional del ‘efecto color de piel’ en la riqueza, toda política económica que no es explícitamente igualadora no puede ser antirracista ya que reproduce las consecuencias del racismo. Y donde la pobreza, al igual que la riqueza, se hereda, cambiar el hecho de que el origen se vuelva destino pasa por las políticas fiscales. Una opción obvia entonces, ya que las personas ricas heredan mucho más que las pobres, y en México los primeros son principalmente blancos, es que una política pública para combatir y mitigar el racismo haga uso de los impuestos a la riqueza, particularmente gravar a las herencias. Más allá de éstas, existen diversas opciones implementadas o propuestas en otros países, incluyendo políticas de indemnización, educación, viviendas, ahorros, o bonos. Acabar con el racismo requerirá de iniciativas multidimensionales. No existe una solución mágica que haga desaparecer la mancha de la discriminación histórica y actual en un instante. Por lo mismo, hay que empezar ya, y eso es responsabilidad de todos.